Síntomas
Según la revista Española de Cardiología, si las arterias coronarias se estrechan, no pueden suministrar suficiente sangre rica en oxígeno al corazón, especialmente cuando late con fuerza, por ejemplo, durante el ejercicio.
Al principio, es posible que la disminución del flujo sanguíneo no cause ningún síntoma. Sin embargo, a medida que la placa continúa acumulándose en las arterias coronarias, se pueden manifestar en los siguientes signos y síntomas de la enfermedad:
Dolor en el pecho (angina). Puedes sentir presión u opresión en el pecho, como si alguien estuviera parado sobre tu pecho. Este dolor, llamado angina, suele producirse en el lado medio o izquierdo del pecho. La angina generalmente se desencadena por el estrés físico o emocional. El dolor suele desaparecer a los pocos minutos de interrumpir la actividad estresante. En algunas personas, especialmente las mujeres, el dolor puede ser breve o agudo y se siente en el cuello, el brazo o la espalda.
Falta de aire. Si el corazón no puede bombear suficiente sangre para satisfacer las necesidades del cuerpo, puedes desarrollar falta de aliento o fatiga extrema con la actividad.
Ataque cardíaco. Una arteria coronaria completamente bloqueada causará un ataque cardíaco. Los signos y síntomas clásicos de un ataque cardíaco incluyen presión de aplastamiento en el pecho y dolor en el hombro o el brazo, a veces con falta de aire y sudoración. Las mujeres son algo más propensas que los hombres a tener signos y síntomas menos típicos de un ataque cardíaco, como dolor de cuello o de mandíbula. Y pueden tener otros síntomas como falta de aire, fatiga y náuseas. A veces, un ataque cardíaco se produce sin ningún signo o síntoma aparente.
Se cree que la enfermedad de las arterias coronarias comienza con el daño o la lesión de la capa interna de una arteria coronaria, a veces, desde la infancia. El daño puede ser provocado por varios factores, entre ellos:
Tabaquismo
Presión arterial alta
Colesterol alto
Diabetes o resistencia a la insulina
No ser una persona activa
Una vez que se daña la pared interna de una arteria, los depósitos grasos (placa) de colesterol y otros productos de desecho celular tienden a acumularse en el lugar de la lesión. Este proceso se denomina ateroesclerosis. Si la superficie de la placa se quiebra o se rompe, las células sanguíneas llamadas plaquetas se agrupan en el sitio para tratar de reparar la arteria. Este aglomerado puede bloquear la arteria y provocar un ataque cardíaco.
Factores de riesgo
Edad. El envejecimiento aumenta el riesgo de que las arterias se dañen y se estrechen.
Sexo. Los hombres corren mayor riesgo de tener la enfermedad de las arterias coronarias. Sin embargo, el riesgo en las mujeres aumenta después de la menopausia.
Antecedentes familiares. Los antecedentes familiares de la enfermedad cardíaca se relacionan con un mayor riesgo de presentar la enfermedad de las arterias coronarias, especialmente si un familiar cercano contrajo la enfermedad cardíaca a una edad temprana.
Tabaquismo. Las personas que fuman corren un riesgo significativamente mayor de tener una enfermedad cardíaca. El tabaquismo pasivo también aumenta el riesgo de una persona de tener la enfermedad de las arterias coronarias.
Presión arterial alta. La presión arterial alta no controlada puede producir el endurecimiento y engrosamiento de las arterias, lo que estrecha el canal por el cual circula la sangre.
Niveles altos de colesterol en sangre. Los niveles altos de colesterol en sangre pueden aumentar el riesgo de formación de placa y ateroesclerosis. El colesterol alto se puede producir por un alto nivel de colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL), conocido como el colesterol “malo”. Un bajo nivel de colesterol de lipoproteínas de alta densidad (HDL), conocido como el colesterol “bueno”, también puede contribuir a la aparición de ateroesclerosis.
Diabetes. La diabetes se relaciona con un mayor riesgo de tener la enfermedad de las arterias coronarias. La diabetes tipo 2 y la enfermedad de las arterias coronarias comparten factores de riesgo similares, como la obesidad y la presión arterial alta.
Sobrepeso u obesidad. El exceso de peso normalmente empeora otros factores de riesgo.
Inactividad física. La falta de ejercicio también se relaciona con la enfermedad de las arterias coronarias y algunos de sus factores de riesgo.
Alto nivel de estrés. El estrés cotidiano puede dañar las arterias y empeorar otros factores de riesgo de la enfermedad de las arterias coronarias.
Dieta no saludable. Comer demasiados alimentos que tienen altas cantidades de grasas saturadas, grasas trans, sal y azúcar puede aumentar el riesgo de enfermedad de las arterias coronarias.
Complicaciones
Dolor en el pecho (angina). Cuando se estrechan las arterias coronarias, es posible que el corazón no reciba suficiente sangre cuando la demanda es mayor, especialmente durante la actividad física. Esto puede causar dolor en el pecho (angina) o falta de aliento.
Ataque cardíaco. Si se rompe una placa de colesterol y se forma un coágulo de sangre, la obstrucción completa de la arteria cardíaca puede desencadenar un ataque cardíaco. La falta de flujo sanguíneo al corazón puede dañar el músculo cardíaco.
Insuficiencia cardíaca. Si algunas zonas del corazón están crónicamente privadas de oxígeno y nutrientes debido a la reducción del flujo sanguíneo, o si el corazón tuvo un daño por un ataque cardíaco, este puede debilitarse demasiado para bombear suficiente sangre y así satisfacer las necesidades del cuerpo. Esta afección se conoce como insuficiencia cardíaca.
Ritmo cardíaco anormal (arritmia). El suministro inadecuado de sangre al corazón o el daño al tejido cardíaco pueden interferir en los impulsos eléctricos del corazón, lo que causa ritmos cardíacos anormales.
Prevención
Los mismos hábitos de estilo de vida usados para ayudar a tratar la enfermedad de las arterias coronarias también pueden ayudar a evitarla. Un estilo de vida saludable puede ayudar a mantener las arterias fuertes y libres de placa.
Dejar de fumar.
Controlar las afecciones como la presión arterial alta, el colesterol alto y la diabetes.
Mantenter actividad física.
Adoptar una dieta baja en grasas y sal, optar por consumir más frutas, verduras y granos integrales.
Mantener un peso saludable.
Controlar el estrés.